En el ecosistema de las redes sociales, donde la influencia se traduce en poder económico y social, algunos influencers han cruzado la línea hacia prácticas delictivas como la extorsión. Estos individuos aprovechan su alcance masivo para manipular audiencias, obtener datos personales y generar ingresos ilícitos, a menudo disfrazando sus acciones bajo el manto de contenido «entretenido» o «informativo». En México, este fenómeno ha ganado notoriedad con casos que involucran desde lavado de dinero hasta el uso de inteligencia artificial para fraudes, destacando la vulnerabilidad de usuarios en plataformas como Instagram, TikTok y YouTube. Según datos oficiales, la extorsión en México alcanzó un máximo histórico en el primer semestre de 2025, con 5,887 víctimas reportadas, un aumento significativo respecto a periodos anteriores. (Fuente: Animal Político, 22 de julio de 2025).
Los influencers extorsionadores típicamente comienzan construyendo una base de seguidores leales a través de contenido viral, como videos de estilo de vida lujoso o denuncias sensacionalistas, que atraen a miles de interacciones diarias. Una vez establecidos, utilizan técnicas como el doxing –la exposición de información privada obtenida de perfiles públicos o hackeos– para presionar a víctimas, exigiendo pagos a cambio de no revelar «trapitos al sol». En reportajes recientes, se ha revelado cómo estos actores coordinan con grupos criminales para emplear deep fakes, generando audios e imágenes falsas de personas vulnerables, como migrantes, para extorsionar a sus familias mediante mensajes en WhatsApp o Facebook Messenger. Esta modalidad, que ha aumentado en el norte del país, aprovecha la tecnología para simular secuestros o emergencias, solicitando transferencias rápidas a cuentas digitales. En los primeros siete meses de 2025, se registraron 6,880 víctimas de extorsión, un incremento del 8% comparado con 2024, destacando el impacto creciente de estas prácticas digitales. (Fuente: Animal Político, 19 de agosto de 2025).
Otro mecanismo común es la infiltración en comunidades en línea, donde estos influencers se hacen pasar por expertos en seguridad o autoridades para ganar confianza. Por ejemplo, en Sinaloa, se han identificado casos de «narco-influencers» que promueven estilos de vida opulentos en OnlyFans o Instagram, lavando dinero del crimen organizado mientras extorsionan a rivales o usuarios que interactúan con su contenido. Utilizan herramientas de inteligencia artificial para crear perfiles falsos o generar mensajes personalizados, contactando a víctimas con datos robados de redes sociales. En Chihuahua, autoridades han alertado sobre delincuentes que se disfrazan de funcionarios para estafar, enviando enlaces maliciosos que capturan información bancaria o personal. De acuerdo con reportes, hay un promedio de 32 víctimas diarias de extorsión en los primeros cinco meses de 2025, subrayando la escala del problema en el ámbito digital. (Fuente: El Imparcial, 1 de julio de 2025).
La operación se sofistica con el uso de bots y grupos de «choque» –seguidores pagados o leales que amplifican campañas de difamación–, creando presión social para que las víctimas cedan. En un análisis de Insight Crime, se detalla cómo carteles como el CJNG emplean IA para fraudes, enviando deep fakes a familiares de migrantes para exigir rescates ficticios, una táctica que ha proliferado en fronteras como Tijuana. Estos influencers a menudo monetizan el proceso mediante donaciones en vivo o patrocinios ocultos, convirtiendo la extorsión en un negocio rentable. La Policía Federal ha identificado modalidades donde los delincuentes acceden a plataformas de mensajería para robar fotos y datos, usándolos para chantajes personalizados. En los primeros tres meses de 2025, se reportaron 6,880 extorsiones, rompiendo récords históricos y destacando la urgencia de medidas contra estas redes digitales. (Fuente: Threads, 27 de agosto de 2025).
El impacto va más allá de lo económico: estas prácticas fomentan un ciclo de miedo en línea, donde usuarios comunes se convierten en objetivos fáciles. En el contexto nacional, donde el crimen organizado se infiltra en redes sociales, influencers extorsionadores actúan como enlaces, promoviendo narrativas que normalizan la violencia digital. La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) ha investigado a decenas de estos perfiles por lavado de dinero, revelando conexiones con grupos como Los Chapitos. Para contrarrestar, estrategias gubernamentales como la Estrategia Nacional contra la Extorsión enfatizan la denuncia temprana y el bloqueo de cuentas sospechosas. Con un incremento del 238 víctimas en los primeros cinco meses de 2025 comparado con 2024, es evidente que la extorsión digital requiere una respuesta inmediata. (Fuente: El Imparcial, 1 de julio de 2025).
En resumen, entender el modus operandi de estos actores –desde la captación de datos hasta la ejecución de chantajes tecnológicos– es clave para la prevención. Usuarios deben configurar privacidad estricta, verificar fuentes y reportar anomalías a autoridades como la Fiscalía General. Mientras el gobierno avanza en regulaciones, la vigilancia colectiva en redes es esencial para desmantelar estas redes de extorsión disfrazadas de influencia.









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